La conjuración del silencio
Querido Curiosín:
Primero me eliminaron de Facebook por decir lo que pienso, que es el derecho inexcusable que tienen los demás y el deber que tengo con ellos y conmigo. Ahora me empujan al exilio editativo -al auto-ostracismo digno- los señores de un cuaderno digital porque mis escritos, aunque bien recibidos por los lectores, no lo son por algunos otros colaboradores que se sienten ofendidos por mi presencia.
Son las dos últimas hazañas de la intolerancia que sufro desde mis primeros pasos entre los hombres y las letras. Seguramente es la sombra de la jánica efigie de la individualidad responsable frente a la complicidad social: la tiranía silenciosa en que se convierte toda mala democracia -espuria solidaridad- que confunde libertad con libertinaje o permisividad.
¡Con lo fácil que es vivir y dejar vivir en vez de obligar a vivir como creemos que debe vivirse! ¿Qué enfermedad sufren algunos humanoides que necesitan convertir a los demás en alteregos de su visión liliputiense?
¿Conformismo, disconformidad, tolerancia, heterodoxia...? La verdad es plural, pero solo es respetable aquella que es respetuosa con las que pretenden serlo. Una revolución no puede ser "una opinión apoyada con las bayonetas", en frase de Napoleón, sino la que comprende y admite su diversidad.
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