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domingo, 28 de julio de 2019

El abrazo del sordo

Chopin: Marcha fúnebre

- Es triste tener este dilema: 1) hablarte como si nada hubiese ocurrido, lo que sería una necedad; o 2) hablarte teniendo en cuenta lo que ocurrió ayer -y casi todos los días-; pero como para ti solo existe lo que existe en tu mente, solo hubiera podido hablar de lo que crees que ocurre: lo cual sería una necedad mayor. Tus palabras siempre echan fuera de la razón conversacional, que es escuchar, decir, entenderse, no disputar. Te obstinas, como debe ser, en huir de la mentira: pero no te das cuenta de que la propia verdad puede ser una mentira también. Quien no duda no busca la verdad. Para ti no existen las razones, sino tu opinión. Para ti mi perspectiva siempre es un error. Para ti no hay más punto de vista que el tuyo, ni más criterio, ni más realidad. A eso se le llama autismo, fanatismo, contumacia, tozudez, ceguera, miedo a aceptar que podemos equivocarnos y hay que rectificar. Te has instalado en un bucle conductual que ya te resulta confortable y te has atrincherado en él a sangre y fuego, caiga quien caiga mientras no caigas tú porque no admites que algunas causas implican culpabilidad... y cuando te lo digo me dices que no eres nada de eso y que soy yo quien no tiene entendederas y falsifico la verdad... Eres la persona con mayores virtudes del mundo: tu generosidad y bonhomía hace que se te disculpe todo; pero te olvidas de que vives en un mundo de personas y que estas se entienden mediante la razón, no de la sinrazón. No admites ni la posibilidad de que tengas algún pequeño defecto, y eso te convierte -potencialmente y sin proponértelo- en la persona con más defectos, porque esa negación es el origen de todos. Así que... ¿para qué hablar con quien solo quiere oír lo que se dice a sí mismo? Que una cosa es vivir al margen del mundo, y otra contra él; como tampoco es lo mismo ser libre respetando las normas que ser esclavo de la irresponsabilidad. 
     

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