Tres etapas hay en todo autor -creador, artista-. Durante la primera se enriquece con el aprendizaje de la experiencia vital y lectora, y aparecen sus primerizas obras, raigales pero solo preludiantes. Luego llega la madurez y brotan las páginas inolvidables. Ahí debiera quedarse: porque a continuación, en la tercera etapa, quedan los rastrojos, los fanales residuantes. De modo que hay una ascensión, una cumbre y un descenso.
Dichoso el que consigue llegar y detenerse allí. Porque lo primario y lo ultimario solo son tentativas y contumacias. Ojalá yo haya sabido llegar aunque sea a una breve colina, porque, sabiendo que erré al comienzo, me detuve para no errar al final.
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