Leer antes:
Los versos de Trovadorius (I)
Borodin: Cuarteto II (Nocturno)
(Respuesta a la >>> Lectora: Dícese, sin más que conjeturas, que Trovadorius fue un prior insurrecto cuyos amores con la Dama (hija del Arzobispo Constantinopoulos) fueron causa de un largo periplo por las islas egeas hasta desembarcar en Akra Leuka).
XIV.- La pregunta
Amada mía: ¿sientes
tú, como yo, cuando te beso
o entro en ti, que hay un Dios,
que una divinidad nos acompaña
y se estremece y brinca el Universo?
XV.- El viento
Innumerablemente, hemos contado
olas y estrellas
en el mar y en el cielo.
El fantasma del viento amenazaba
como un saurio encendido: parecía
un gigante de bruma.
He recorrido el mapa de tu cuerpo
y,
lejos de fatigarme, se han sumado
en mi brazo
las fuerzas de los brazos de los héroes
de cuentos y epopeyas,
haciéndome invencible. Y el gigante,
tal vez enamorado
o priápico de ti,
se ha ido diluyendo hasta quedar
muerto en el alba.
XVI.- Carpe diem
¿Sabes por qué quienes se aman
fracasan en su amor?
Se aman en el tiempo, obsesionados
con que nunca termine su ventura.
No devoran sus besos
como si fuera cada instante el último,
sino el primero de una larga historia.
Aman la sucesividad de lo que sienten,
no lo que sienten.
Yo, sin embargo, sé
que el instante lo maravilla todo
con su fugacidad interminable
y su estallido inextinguible.
Por eso yo te amo en este aquí
que es todos los lugares
y los tiempos.
Quien se ata al instante no puede abandonarlo.
Y si acaso mañana
dijéramos adiós a nuestro amor,
yo me diré por siempre:
Nadie puede matar lo que he vivido.
XVII.- Cántico onírico
Dama de la mirada luminosa:
cómo golpea el viento tus caderas
desnudas junto al mar,
que guarda su fulgor bajo tus párpados;
arrecifes de luz rasgan tu piel
y te abrazan las olas
persiguiendo la cópula infinita.
Tus pies errantes trazan en la arena
huellas de antiguos peces,
sirenas diluidas, geometrías,
fábulas de coral, astros de fuego.
Hay en tus labios pájaros,
frutos y laberintos.
Te persigue el océano amoroso,
la lluvia interminable te persigue.
En tus ojos la noche
se llena de caminos:
mientras gira la luna
-doblándose en tus senos-,
tu cabello derrama su azabache
sobre mi rostro: y nazco
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