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Los versos de Trovadorius (I)
(Una amable lectora pregunta por la identidad de Trovadorius, y apunta a un juglar florentino que habría abandonado Oriente por inquisiciones del Arzobispo de Constantinopla. Nada sé de ello, pero lo indagaré. Por lo pronto, continúo con sus poemas, recogidos, junto a otros, en el reciente Cántico erótico).
X.-Ofrenda
Han caído esta noche las estrellas
en el fondo del lago
y las has recogido con tus ojos.
Ahora me las ofreces en tus labios.
XI.- Bajo la luna
Como en un ritual has hechizado
mi sexo, lo has blandido con tus manos
y le has hablado lentamente,
con palabras tan húmedas y dulces
que ha estallado, dejando
su blanca sangre ardiente entre tus ojos,
antes
de la copulación interminable.
XII.- Amanecer
Mira
mi
sexo
anclado
entre
tus
ingles
y dime que no escuchas el fragor
del
cosmos
renaciendo
en
tus
entrañas.
XIII.- La esfinge
Como una estatua líquida, sonríes,
carámbano de cielo, frente al mar.
Pareces de coral y carmesí,
devanación de esfinge alborozada,
y brillas como un chorro de alegría.
Triste melancolía la del mar,
que se acerca y se aleja igual que un sísifo
precipitado a la desolación:
pues no te alcanza, y deja entre la arena
su corazón como un dibujo muerto.
XIV.- La gaviota
Un mascarón de proa pareces, asomada
al abismo de los acantilados,
donde los arrecifes convierten nuestra isla
en un barco rendido por las olas.
Yo te miro, bañada por la espuma,
alzar los brazos y ofrendar tu cuerpo,
y siento que si caes será como si el cielo
cayese sobre el mar para robar su pócima
de agua transfigurada en paraíso.
Pero saltas, levitas en el aire
en un vuelo veloz, igual que una gaviota,
y te sumerges en el hueco azul,
exacta a un dardo leve o un arpón incrustándose
en la dicha profunda que me das cuando surges,
sirena moteada por algas y reflejos.
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