Fauré: Elegía
1.- Con la misma certeza que digo “yo nací”, puedo afirmar, sabiéndome igual a todos los seres humanos: "moriré". Y entre ese pasado y este futuro queda un hoy al que llamamos yo, al que desconozco y del que solo sé que siente y piensa contra la muerte.
2.- Ese vacío es lo que pretende llenar la conciencia, aun temiendo que nunca logrará su propósito de identificación.
3.- Por lo tanto, todo mi conocimiento de la temporalidad se reduce a decir: nací cuando necesité pensar para paliar la muerte, y seré hasta que esta venza a mi pensamiento en desigual batalla.
4.- De donde brota la primera realidad palpable. “Sé que sufro; por eso sé que existo”; ese fue mi cogito ergo sum.
5.- Terrible silogismo, pero exacto. Y más terrible porque la razón del animal racional que había en mí no hallaba un argumento para mitigar aquel dolor: supe que no existía un principio inamovible, o yo no lo encontraba: lo que me despertó un Escepticismo Agónico. Y escribí:
Ante esa catástrofe síquica pocos seres sintientes y pensantes se convertirían en héroes de la esperanza. Yo no he hallado en mí, jamás, arcilla para forjar esa heroicidad. Sospecho que, por ejemplo, tampoco tanto suicida habitante de la Historia, aunque muchos de ellos crearan obras luminosas como estrellas.
No sé bien cómo; pero, finalmente, sentí, deduje y escribí:
LABERINTO ESTELAR
Mira una noche clara la inmensidad azul
del firmamento, observa la transparente urdimbre
de los astros, el mágico estallido
de luz. Sobre tus ojos la galaxia de Andrómeda
agita sus estrellas
como infinitos átomos gigantes.
A un millón de años luz de ese bosque solemne
vives tú, enamorado de tu gran corazón,
un astro diminuto que late y te recita
palabras armoniosas que siempre te convencen
de que tú eres el rey del Universo.
Y sin embargo yaces en un rincón oscuro
limítrofe de nada, tan lejano
de cualquier referencia y claridad
que si Dios te buscase jamás te encontraría.
No sé bien cómo; pero, finalmente, sentí, deduje y escribí:
(Sobre el suicidio)
Antes de decidirte a abandonar
esta vida que odias o te duele,
cerciórate de que hay otra existencia
―o una nada― más digna a la que ir;
no sea que el lugar en el que surjas
aún te horrorice más que este que habitas.