Borodin: En las estepas...
Los libros son las personas más sabias -y las únicas vivas perdurablemente-; así que: ¿cómo negarse a hablar con ellos?
Séneca anotó: Mis conversaciones más frecuentes son con los libros.
Quevedo ilustró esa frase con estos versos: Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos, pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos.
Y Descartes lo prosificó así: La lectura es una conversación con los hombres más Ilustres de los siglos pasados.
Incluso Maquiavelo afirma: Al hablar con los libros no temo la pobreza, no me altera la muerte.
De modo que la soledad no existe mientras exista el libro.
De lo anterior se deduce que el pensamiento es la causa que ennoblece la existencia; y, puesto que la sabiduría se deposita en los libros, quien no lee desprecia a sus antecesores y no aprende a pensar idóneamente, con lo cual se equivoca o acierta menos en su vida.
Dice Hölderlin que solo es feliz quien halla un destino a su medida.
Afirma Angrac Ianto que los libros son heraldos del porvenir y estrategas del mañana. De modo que solamente leyendo aprendemos a trazar ese destino.
Enseñemos el amor por la lectura y cambiaremos el mundo: porque el libro es la palanca de Arquímedes del progreso. En los libros está la vida. Y por ello, quien no lee es un suicida. ¿Dónde sino en los libros se guarda la memoria de la paz y la guerra, de las virtudes y de los defectos, del positivismo y de los fatalismos?
Platón dijo de la escritura que era el fármaco de la memoria. Tal vez por eso Borges afirmó: Otros se enorgullecen de lo que han escrito; yo, de lo que he leído.
El gran lector que fue Alonso Quijano el Bueno afirma: Yo sé quién soy y sé que puedo ser todos.
Todos somos hijos de los libros. Sin ellos no existiríamos. Por ellos el cerebro es la mayor biblioteca del universo.