Una vez que el artista ha conseguido su manera, su "estilo", su seña de identidad, todas sus obras son caminos o regresos hacia o desde sus hallazgos. He ahí por qué suelo pasar de prisa ante las obras de una exposición: luego me detengo ante dos o tres que contienen y condensan los logros. Igual que ocurre al hojear un libro de poemas.
He vuelto a comprobarlo ante la exposición de Chagall y la Biblia: 105 aguafuertes ilustrativos del libro religioso. Unos son hermanos de los otros, y todos llevan el equipaje de El Greco y Modigliani en el estiramiento de la figuración, el infernalismo de Goya y de Van Gogh.
Ningún mérito quita: es el necesario esfuerzo y el continuo peldaño del artista hacia su arte.