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jueves, 12 de julio de 2012

Un poema de Juan Manuel Rodríguez Tobal (Antología, LXXXV)

Valderrábano: Diviensela




Aprendimos las piedras.
Aquella infinitud
cabía en unas manos.

Amábamos las cosas pasajeras
con la alegría torpe de las bestias pequeñas.

Al despertar, desnudos,
sentíamos su peso en nuestro vientre.

Nos hacía mamá
limpios de corazón.


 *****


Veíamos crecer el fuego entre sus manos.
Era hermoso decir adiós al fuego
como si nunca el fuego fuera a volver a casa.
Era hermoso no arder, no iluminar
con nuestra llama el aire:
era la piedra de la soledad.

Entonces sí era hermoso no saber
ninguna de las formas de la misericordia
para darnos calor.


Juan Manuel Rodríguez Tobal 
(Del libro inédito Las piedras)