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jueves, 11 de abril de 2024

Un lugar en la memoria (Prieto de Paula sobre A. Gracia)

Fragmento de 

        LA POESÍA ESPAÑOLA DE LA II REPÚBLICA A LA TRANSICIÓN, p. 789...


... Caso parejo en unos aspectos, aunque muy distinto en otros, es el de Antonio Gracia (1946), en la intersección del angor existencial y la deconstrucción verbal. En sus tres primeros libros, reunidos en Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983) (1993), funcionó con mecánica exactitud un talante autodestructivo. En La estatura del ansia (1975) había una voz agonística, con vestigios de una mitología cristiana que se presenta del envés. Su sistema de enunciados yuxtapuestos y amalgamas enumerativas recreció en Palimpsesto (1980). Se encierra en él un mundo genético y lujurioso en que la pasión erótica se asimila a la pulsión de la escritura, en un encadenamiento («alguien que puso nombres a las cosas / el vértigo inició de un cataclismo»...) que presenta la historia de la cultura como un vórtice donde se suceden enloquecidamente «los prófugos maestros y discípulos / en un periplo eterno de cadenas / cuyo último eslabón es este libro / abierto para ser cerrado por».

     Los ojos de la metáfora (1987) es una verdadera sima interior o punto de término de una caída, por órbitas cada vez más reducidas, hasta dar en el último círculo infernal en que el sujeto queda atascado en el sinsentido: «abro los ojos: miro mi interior: / el antro observo hipnótico y obseso: / la serpiente preciso la mangosta». Las palabras se distribuyen sin argamasa en pequeñas series (¿poemas?) carentes de título y de argumento, que funcionan como asaltos sucesivos y atribulados contra el mismo muro. Sin apenas puntuación, sin signos jerarquizadores, sin displicencias ni ironías, todo es enunciación taxativa y, al final, afasia. Pese a la ausencia de dirección comunicativa, esas palabras componen, sin embargo, endecasílabos ajustadísimos, como una glosolalia que genera música: una rareza la de este maudit que nunca ha abjurado de las oscilaciones rítmicas a sílabas contadas.

    El silencio en que encalló Gracia, más en clave de ensimismamiento que de enajenación, parecía irreversible. Tres lustros después, no obstante, el poeta resucitaba, con el mismo rigor formal pero con la actitud de quien abre las puertas a un espacio de vida que asomaba, doloroso pero ahora también luminoso, en Hacia la luz (1998) y, enseguida, Libro de los anhelos (1999). A partir de ahí fue recorriendo un camino que pertenece ya a otro episodio de la historia literaria muy alejado del que nos ocupa, con títulos como Reconstrucción de un diario (2001), La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2002), Por una elevada senda (2004)... Devastaciones, sueños (2005) es acaso el libro de entre los suyos que mejor compendia la trenza de sufrimiento y ensoñación con que se forma, fascinante, el universo mundo de este segundo tramo de su poesía.

        LA POESÍA ESPAÑOLA DE LA II REPÚBLICA A LA TRANSICIÓN, 789...

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