Bach: La pasión según Mateo
Nos empujaban, nada más entrar al colegio de Santo Domingo, a la "misa". Yo me consolaba porque los alumnos internos decían sufrir más eclesiastismos que yo.
Confieso que aquel silencio era atronador. Sin embargo, me aburría durante la media hora que el sacerdote teatralizaba su personaje ante el altar. Así que, como no podía llevar ningún otro libro, leía una y otra vez un pequeño ejemplar del Evangelio de Mateo. Allí existía un hombre bueno que había sido torturado y muerto yo no sabía muy bien por qué. Y la crucifixión se levantaba diariamente, cada vez que empezaba la lectura.
Qué sabio aquel hombre, y qué héroe aquel hombre que renunciaba a defenderse de la perversidad de los hombres. Para mí era como un caballero andante que hubiese descubierto que es de necios luchar contra los necios. Y así quedó en mi memoria aquel libro: Aventuras y desventuras del caballero Don Jesucristo de Palestina. Aquel librito era, simplemente, la historia de un asesinato impune. Allí estaba una Dulcinea llamada La Magdalena. Se conocía desde el principio al asesino, y no obstante jamás el lector se queda con tantos misterios cuando acaba su lectura.
Ese hombre bueno fue lo único que salvó mi adolescencia: porque el gran malvado era aquel Dios que echaba a su bondadoso hijo a la palestra de los torturadores de este mundo.
Terrible lectura que ha marcado tantos corazones. Probablemente, el libro que más ha influido en la conciencia humana occidental durante los dos últimos milenios.
El gran Best-Seller.
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