Inclinada ante el libro, con los ojos escrutando las páginas, parece que un océano azul se derramara. Hermosos signos que hablan de un amor que siente y que no puede ya leer más que en su corazón. La realidad y el sueño se le juntan como letras imposibles de distinguir. Las lágrimas del océano zarco caen ahora sobre el papel en el que tantos versos ha copiado. Se ofusca su razón y apenas reconoce el cuerpo erguido del hombre que la abraza cada día con más ternura que pasión. Comprende que cuando él mira su ceguera y dice que naufragó en sus dos verdes océanos está diciendo que ella redimió su espíritu de fénix laberíntico. Aún sabe que su nombre es Marta, Mar. Que aunque la luz pronto ha de abandonarla, ha iluminado versos con sus ojos y encendido el amor.
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