Altamira
Sobre la roca pule la conciencia
y estiliza la mente hasta fraguar
una imagen brotada de su vida:
ha dejado su sangre y desventuras
en el páramo, frente al animal
que quiere devorarlo, como él luego,
tras la lucha, lo sorbe y lo devora.
El hombre cinegético, en la cueva
reconstruye el combate, lo adelgaza
en forma de bisonte y otros émulos
que con su muerte avivan su existencia.
Allí graba su mano, huella exacta
del cazador que un día
conquistará el futuro.
Se estremecen la lluvia y las estrellas,
y el corazón del cosmos
parece diluirse en esa forja
ensangrentada con colores púrpura
socavada en el techo, en las paredes,
en la piel cavernícola: y un rayo
se convierte en metáfora del dios.