Quiero creer.
Creo racionalmente que existe una entelequia superior, un Artífice Supremo fundido con la materia y el espíritu, intemporal en el Tiempo, ubicuo como Quintaesencia en la inmensurabilidad. Igual que el piano es un instrumento y a la vez engrana una orquesta, en el uno está el todos y la eternidad en el instante. Es síquico y es físico, cósmico y adyacente a cada objeto, diminuto y gigante, aledaño y concéntrico. Es y está; y su ser es su estar, o su estar es su ser. Que la razón no alcance a inteligirlo no es argumento en contra.
La fe no es un silogismo que se inserta en la mente por propia voluntad. Se nace aristotélico o platónico, lógico o intuitivo. No puedo más que querer creer; y no soy culpable de no conseguirlo. Esa Perfección en la que creo debe comprender -si no no lo sería- que hay otras entidades imperfectas no responsables de sus imperfecciones.
Así que querer creer significa creer.
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