Quienes buscan un sentido al sinsentido de la existencia suelen acabar aceptando un dios que garantice el equilibrio entre lo racional e irracional, aunque sea con aquello de los "renglones torcidos".
Siempre he envidiado a los creyentes y a los condenados a muerte: estos no tienen que elegir. Pero no necesitamos un dios sino una explicación de lo inaceptable por la razón y que solo "justifica" la fe.
La catástrofe surge cuando se unifican explicación y divinidad. ¿Cómo hacer compatible lo inaceptable por la razón con lo que muestra sin laberintos que dos y dos son cuatro? ¿Hay en el cerebro -y en la mente, por tanto- una micra de antena telescópica que recepciona otros mundos, otras concepciones, espiritualidades, éxtasis, superpoderes, telequinesias...? Si aún sigue vigente el "solo sé que no sé nada" y el "cogito ergo sum" por qué no creer que el hecho de que no sepamos unificarlos no impide que algún día lo hagamos?
O bien: Aceptar que hay cosas incomprensibles ya es comprender.
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