A lo largo de décadas he sufrido glosofobia, pánico escénico. Parece raro, ejerciendo una profesión docente. Mi ansiedad es tan grande que he necesitado medicarme durante los días anteriores a los actos públicos. Mis últimos libros han quedado sin bautismo social por ello -aunque también por considerar que la labor de un autor, si alguna tiene, acaba cuando acaba su escritura-.
Mi sorpresa ha sido grande al leer el poema -inédito- que me envía Juana Rosa Pita, confidenciador de que incluso Borges temía a sus seguidores. Helo aquí:
Por voz y gracia de Borges (para Antonio)
"Fue en octubre de 1975 (no recuerdo el día exacto) cuando dio esa conferencia en The Catholic University of America, donde yo comenzaba a enseñar y estudiar con una beca el PhD. Pan de sol, mi primer libro, lo publiqué allí en julio de 1976. Te cuento que dos meses antes de encontrar a Borges ...".
Antes de publicar mi Pan de sol
Borges pasó por Washington.
Me tocó hacerle compañía
al umbral del salón, repleto ya
de escuchas. Lo vi desolado
y acercándome a él,
me confió padecer de miedo escénico:
necesitaba un vaso de buen vino.
No sé cómo logré llevarle a tiempo
uno grande de tinto, rebosante.
Aquella tarde, como poseído,
habló sobre las sagas nórdicas:
con la mirada ciega, abalanzado
al infinito a conjurar la nada,
no obstante el genio de Leonardo
nos dijo que no existe; únicamente
como la máscara mayor de Dios.
Me abrí paso después por el tumulto,
con La rosa profunda, y lo firmó
con gentil garabato como a todos.
Pero como la voz la leen los ciegos,
dándole yo las gracias : “Ah,
“la dadora del vino”, susurró.
Nada recuerdo hoy de aquellas sagas.
El saludo de Borges, indeleble.
Para leer
Una selección de la autora:
No hay comentarios:
Publicar un comentario