Como el autor es un creador, todo poeta añade a la existencia; y como el instante privilegiado -el de la clarividencia, o "visita de las musas"- no siempre es previsible -porque es una operación síquica, híbrida de incordura y lucidez-, Heredia almacenó en su despensa escribitiva hipérboles, metáforas, epítetos, métricas obsoletas y novísimas, erotismos y mágicos cilicios ... priapismos y orgasmos castos, satiriasis, zoofilias, rosarios y oraciones, entelequias e intangibilidades, planetoides y efigies dinosáuricas... masturbaciones, felaciones y autoinsuficiencias (todo ello previniendo la probable secuencia de abstenciones y pecaminaduras de Principesa...), añadiendo toneladas de versos biensonantes por si fueran precisos en momentos de laxa inspiración. Así la Epopeya Genial era más asequible.
Necesitaba cumplir ese destino que él mismo se había impuesto. Se encaminó hacia Ella para iniciar la Aventura...
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