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domingo, 23 de abril de 2023

Revista Ágora

PÚLSAME-Altazor


CUATRO POEMAS

https://diariopoliticoyliterario.blogspot.com/2023/02/cuatro-poemas-de-antonio-

gracia-de-el.html

Revista Ágora, 1ª

ALTAZOR

ÁGORA - PANORAMA DE LA POESÍA ACTUAL EN ESPAÑOL


ANTONIO GRACIA


ANTONIO GRACIA es autor de La estatura del ansia (1975), Palimpsesto (1980), Los ojos de la metáfora (1987), Hacia la luz (1998), Libro de los anhelos (1999), Reconstrucción de un diario (2001), La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2002), Por una elevada senda (2004), Devastaciones, sueños (2005), La urdimbre luminosa (2007), Hijos de Homero, La condición mortal y Siete poemas y dos poemáticas (2010). De 2012, Informe pericial, La muerte universal y Bajo el signo de eros. Además, Cántico erótico (2018) y En nombre de la luz (2023).

Otros títulos ensayísticos son Pascual Pla y Beltrán: vida y obra, Ensayos literarios, Apuntes sobre el amor, Miguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo y La construcción del poema. Dispone de un portal en la Biblioteca Cervantes Virtual.

Su obra está recogida selectivamente en las recopilaciones Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983), Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños.

Entre otros, ha obtenido el Premio Fernando Rielo, el José Hierro y el Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana.

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ÁGORA-PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO N. 17. NUEVA COLECCIÓN. PARTE I ESPECIAL ABRIL 2023 42

CUATRO POEMAS DE ANTONIO GRACIA (De "El mausoleo y los pájaros" y de "En nombre de la luz" y otros dos inéditos)


CATÁLOGO DE PÁJAROS


Tuvo Dante a Beatriz, Petrarca a Laura,

Garcilaso a Isabel, y Lope a Filis.

Amó a Lisi Quevedo, Herrera a Luz,

Catulo a Lesbia, y a Corina, Ovidio.

Cervantes le dio vida a Dulcinea

y Larra cantó a Armijo.

Envió Brahms a Clara partituras

y Tediato resucitó a María.

Por las anchas praderas del dolor

fueron Lautrec, y Poe,

Hölderlin y Novalis, y Espronceda,

y tantos corazones devastados.

Bien pudiera haber sido la escritura

mi destino:

pero eres tú, mi Oniria, quien entró

y saqueó mi corazón a sangre y

fuego.

¡Cuántos besos existen porque fueron

palabras más que bocas encendidas!

Todos nacen en ti y en mí

y somos su esperanza

porque en nosotros vuelven a besarse.

No es mucho que sus vidas nos den vida

pues tanto en ellos se gestó la muerte.

                            (de El mausoleo y los pájaros. Ed. Huerga y Fierro)



LA MUERTE DE LA AMADA


Una estrella fugaz cae a lo lejos

y fosforece la delgada lluvia.

Ese fuego que llega desde la eternidad

quería ser eterno, y un instante tan solo

ha existido en mis ojos.

Pienso en tu muerte. No hay solemnidad

en la muerte. La carne y el espíritu

no despiertan siquiera una emoción

en la Naturaleza.

Me engañaron los bardos pretenciosos:

has muerto, Hermosa mía;

y ni lloran los ríos ni los astros

se apagan.

No retumba en la noche de los siglos

el eco de tu vida. La belleza

no le importa a este mundo. Permanecen

el silencio caudal

y una divinidad ajena a su creación

o que también murió en su laberinto.

La tristeza infinita es un oasis

para quien no se sacia con respuestas.

Todo ser

sufre la indefensión: el universo

es solo un cementerio.

                                        (inédito)



EPITAFIO EN ANAYA


Acaso fue porque un halcón trepaba

por la niebla hacia el cielo, y las estrellas

parecían vencejos desterrados,

oí el eco de un llanto interminable

tomando forma de cadáver dulce

que me abrazaba. El tacto y el perfume,

la blandura del labio, el beso errátil,

su amorosa lascivia y el estrépito

de un cuerpo contra el mío me gritaron

que eras tú, renacida, iluminada

por la luz para darme nueva luz.

Al tacto era tan lúbrica tu carne

que pareció que nunca hubieses muerto.

Rememoro el instante, amo el fantasma

de tu presencia y me pregunto: ¿Acaso

no moriste o acaso permaneces

invisible para esta vida? ¿Yaces

en una tumba que semeja un cáliz

y cuando se desborda su amor llegas,

me abrazas y me sangras? ¿Eres solo

la armoniosa campana que me arpegia

su límpido tañido? ¿Es que hay, acaso,

otra existencia en que la muerte es vida

y donde todo aquel que nace vuelve

a nacer -es decir-, a no morir?

                                            (inédito)




SINFONÍA PARA UN HOMBRE SOLO


Acaso porque nunca fui feliz,

siempre quise ser otro:

un griego bajo el mar de las estrellas

naufragando en la noche, descifrando

el arte de soñar; un arquitecto

escultor de pirámides en el llano del sol;

un monje resolviendo el laberinto

de la hermosa escritura; un grácil músico

autor de madrigales; un poeta

claro como Petrarca o Garcilaso.

Ese tiempo sin tiempo de la infancia

en el que se realiza la utopía

me condujo a la pluma para buscar en ella

una existencia plena, un universo propio

en el que yo brillase por mí, pues mi palabra

revelaría mi alma, la nobleza

de un corazón sitiado por la sed.

Pero también el verso fracasó; y el dolor,

que no pudo matarme, me enseñó la templanza:

así forjé mi espíritu, con lágrimas

que siempre desterré.

Ahora renuncio

a ser poeta, músico o pintor.

Miro el instante breve, las horas que se acaban;

y aprendo de la noche, que persigue

el día y se lo bebe en el ocaso.

Y devoro la vida; y solo quiero

tocar las cosas frágiles

que en el tiempo transitan, esas pequeñas cosas

que mueren y que dejan su existencia en la mía.

Y sin embargo, todo cuanto veo

me depara su adiós definitivo.

Estos ojos que tanto han visto mueren;

estas manos que todo lo abrazaron

entibian ya su tacto, y se ensombrece

mi cuerpo, que germina su cadáver.

Solo la lucidez de mi conciencia canta,

porque, aunque yo no pueda contemplarlo,

todo seguirá igual, con la misma belleza

que ayer y hoy; y siempre habrá un fulgor

gritando en la mañana que he vivido.

Además:

como último racimo de flores y de aromas,

me llevo el prodigioso conjuro de la luz;

pues también todo dice que el mágico orden sabio

de la Naturaleza ya ha dispuesto

otros prados amenos en los que yo, semilla

-o fragmento de estrella aún no nacida-,

fecundaré mi muerte y floreceré de nuevo

como pequeña brizna junto a un rosal, o en forma

de retama, o relámpago encendido

del firmamento hermoso.

Y nada puede

robarme esa esperanza porque

no hay más destino que la voluntad.

                    (de En nombre de la luz. Ed. Huerga y Fierro)


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