Leemos ensayos, novelas, teatro, poesía… como si fueran cosas ajenas: en realidad nos buscamos a nosotros mismos, perseguimos respuestas a nuestras preguntas, indagamos sobre nuestro ser, predeterminado por el pasado y el anhelo de un futuro mejor. Esos libros fueron escritos por otros seres iguales a nosotros, con las mismas preguntas, y por eso nos importan: siempre sorprendemos nuestra mismidad en medio de una página, diez páginas, 30 páginas después… Entre todos trazamos el diseño del yo universal, en el que está el individual como un sumando más.
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