Ha caído la sombra sobre la luz del día
igual que un cuervo engarfia a una paloma.
Gotean las estrellas su oscura iridiscencia.
Con las manos lazadas, caminamos
para asir el instante y atravesar la noche.
Detrás del horizonte nos espera el misterio:
tal vez una agonía, acaso otra existencia.
A través de tus dedos siento tu corazón
percutir en el mío. La distancia
de la vida a la muerte nos funde en un abrazo
más hermoso que los de nuestros cuerpos
cuando la infinitud nos sonreía.
Ha crecido el amor porque miramos dentro
del laberinto, allá donde tú y yo
somos más que un fulgor que no podrá
apagar ningún fin.
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