Recuerdo aquellos años en que el tiempo era un mar
sosegado y fulgente, igual que un alma limpia
de maldad y arrecifes contra los que estrellarse.
Tu sonrisa era un suave vendaval de alegría
que oreaba mi vida y me empujaba al puerto
de la quietud soñada. Cuánto amor en la noche
y cuánta luz el día. Todo era edén dorado
prometiendo futuros.
Pero el tiempo abrasivo
destruye las estatuas. Oigo aquellos arpegios
entre riscos y sombras de un crepúsculo
que camina a la noche; y me pregunto dónde
se refugian los sueños para ir a rescatar
aquella dulcedumbre que hoy es solo nostalgia.
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