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martes, 24 de noviembre de 2020

No hay puerta falsa

 

Monteverdi; Lamento de Ariadna


No temía morir; su terror era la agonía.

Se dijo que la solución estaba en quitarse la vida cuando ya solo le esperase la muerte.

Esa consideración lo tranquilizó: así, la muerte no es un enemigo, sino una salvación. Y vivió algún tiempo amodorrado en ese bálsamo contra el sufrimiento.

Pero un día sintió que se quemaba y apartó inmediatamente la mano. Trató de mantenerla junto al fuego; pero su voluntad nada podía contra el instinto de conservación de la existencia.

Entonces se derrumbó: su bálsamo contra la agonía era inútil.

Supo que el instinto de supervivencia le impediría liberarse de la vida, por muy agónico que fuese su final.


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