Visitas

Seguidores

jueves, 5 de noviembre de 2020

Libros recibidos (LXII). Idoia Arbillaga: Creación y vacío


Idoia Arbillaga 

Creación y vacío

Huerga & Fierro 2020


La palabra es el cubo que el autor lanza al aljibe de su desconocida mismidad para sacar el agua pura que conforma su ser. 

Eso hace Idoia arbillaga en este libro. Y encuentra una identidad plena de misticismos zoharianos, paralelos a los que otras cábalas religiosísticas han dado timbre verbal pretendiendo arrancarle su fascinación y su misterio. Esa intangible e inefable sensación transfigurativa reclama la palabra que nos muestre su efigie, pero solo asoma mediante alusiones y asedios a la luz, tan fulgurante como cegadora y, por eso, innombrable por invisible. El corazón la siente y la pluma la ignora o no desenmascara su fulgor. 

Es un mundo, el del ensimismamiento, que perdería su mágica armonía si pudiera nombrarse, pronunciarse. No es la visión de esta venturanza el amor concreto que aparece en Los márgenes del agua. Es el de la abstracción que se cobija bajo la denominación de Divinidad y que cada cultura ha llamado de diferente modo. Es la estatura del ansia de infinito lo que cada breve poema pretende arañar, acotar, alcanzar, encarcelar para investirse de su clara oscuridad. La escalada  a ese locus amoenus definitivo es sucesiva y lenta, con brevísimos pasos estructurados en cinco partes, recogidos en un camino purgativo que persigue la unitividad, "el nombre conseguido de los nombres" juanramoniano. Paralelamente suena el yepesiano "entréme donde no supe / toda ciencia trascendiendo". 

Ante lo inefable solo es posible dar fe de la reverberación verbal que deja su espejismo: la palabra es tan solamente un eco, no una identificación, la ceniza de un fuego prometeico. Creación y vacío es, en fin, la búsqueda de un dios, un conjunto de muy leves aldabonazos en la materia metafísica -vida, muerte, algún Tabor- desde la colina judaica.

Tan cercano el paraíso y solo se vislumbra el resplandor, tan parecido a un infierno. Queda el pequeño edén de haber rozado, con la tentativa, la transparencia cósmica, pero también el vacío creador, el horror vacui. Es "el pecado de nacer lúcidos" (p. 106) Porque las palabras escuchan el misterio, pero no saben pronunciarlo; y la pluma no puede 

                                Abrir márgenes,

                                violentar límites,

                                escribir poesía.

                                          (III.- XVII)



No hay comentarios:

Publicar un comentario