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domingo, 15 de noviembre de 2020

Entre la lucidez y la locura

Schumann: Adagio Segunda Sinfonía



No creo exagerar si afirmo que el sufrimiento es el mayor autor del mundo y el que más grandes obras ha creado. Quiero decir: el sufrimiento de un hombre -o mujer- sensible, inteligente y fortalecido por el afán de superación y resiliencia.
     Eso no significa que haya que cultivar el dolor y renegar de la alegría. Significa que solo quien sufre encauza su creatividad hacia la conversión del dolor en serenidad y a la estimación de la alegría como una conquista de la voluntad y no como un ludismo efímero y circense. 
     No es fácil trazar la frontera entre la lucidez y la locura, ese viejo tema: pero Dostoieski o Poe no hubieran escrito sus laberintos síquicos si no los hubiesen padecido y, no obstante, hallado un equilibrio entre sus cielos e infiernos. Ya se sabe que Goethe afirmó que escribió su Werther para desplazar su propio suicidio al de su personaje -como tantos que utilizan su obra como mejor terapia-. En cambio, Bach era un hombre que parece haber controlado insuperablemente sus impulsos, mientras que Beethoven necesitó titánicos esfuerzos para dominarlos.
     El umbral de la sensibilidad y la inteligencia deja paso a la prisión del otro lado, de la que es difícil escapar sin una férrea  fortaleza y disciplina: eso les ocurrió a Schumann y Van Gogh, quienes caían y se levantaban de sus crisis visionarias hasta que cayeron engullidos por el desequilibrio de su genio.
     Hay mentes hipersensibles y otras insensibilizadas. La hiperestesia percibe desde el ruido del silencio hasta el clamor del universo: una infinita gama de matices que, como un diluvio de ígneos aerolitos,  alteran, para bien y mal, la sensatez y la armonía. 
     Que el dolor ha regido el mundo es un axioma que se deriva de la observación de la Historia, lo cual explica que existan unas pocas odas frente a millares de elegías. 
     Una terrible observación se deduce: Si eliminásemos la neurosis del mundo estaríamos infligiendo a la humanidad un  triste flamigerio: el deshojamiento del Arte y la Filosofía -y aun de la Ciencia-. Estaríamos trepanando a quienes son demasiado cuerdos y transgreden la línea emocional e intelectual.

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