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viernes, 3 de abril de 2020

Una estrategia contra la pandemia





Meditación del ciudadano preso


""Hago un esfuerzo y detengo esta cascada emocional que me deprime. Y pienso: mi melancolía nace del hecho de sentirme encerrado, esclavizado, insatisfecho, sin quemar las toxinas fisiológicas con ejercicio, y estas arden en mi interior. Porque este encierro es solo físico, no síquico, aunque el malestar exterior revierta en el interior. Ya lo dijo M Hernández:"¿Quién encierra una sonrisa, quién amuralla una voz? No, no hay cárcel para el hombre". Esos versos iluminan la libertad, muestran su verdadero rostro. No son como los fantasmas de Montaigne, quien, tan jovial él, en un instante catastrofista escribió: "Si me prohibieran ir a un lugar al que jamás quise ir, me sentiría privado de libertad"; eso es como querer que dos y tres no sean veinte dividido por cuatro, o que tres dioses sean solamente dos menos uno. Por lo tanto, "todo es según el color del cristal con que se mira", como buenamente anotó Campoamor, estableciendo, sin saberlo tal vez, que la vida es un estado de ánimo que se nos impone o que nos imponemos. ¿Y no trataremos de mejorar ese estado de ánimo, esa montaña o precipicio desde los que sentimos, pensamos y actuamos? 
     Así que aquí estoy, sabiendo que de sabios es aceptar lo inevitable: la invasión de los virusaurios, que me imponen la indefension y el enclaustramiento. Otras plagas ha habido en la Historia, como la de la peste medieval... Y la ciencia ha aprendido de ellas... Incluso hay distopías novelescas sobre apocalipsis del hombre: "La peste", "El séptimo sello", "Soy leyenda"... ninguna resume tan brevemente lo que nos ocurre hoy como estas palabras de Dostoiewski: Raskolnikov "Soñó que el mundo estaba condenado a ser víctima de una terrible y nunca vista plaga de mínimas criaturas, procedente de las profundidades de Asia...".  
     De modo que mi estado actual es este: 
     1) debo alejarme de todos, pero no sentirme solo. 
     2) porque eso no es insolidaridad, sino solidaridad, ya que ninguno queremos para los demás lo que no queremos para nosotros: el contagio. Y la mejor ayuda -y autoayuda- ahora es el aislamiento, no por misantropía sino por estrategia. Ahora debemos someternos a la invisible solidaridad del "todos para uno y uno para todos". 
     3) A todos cuantos no puedo acercarme los abrazaré -nos abrazaremos- en la distancia y acumularé todo el amor para entregárselo cuando hayamos vencido al virusaurio. 
     4) Mientras tanto, tras ese esfuerzo, fortaleceré mi fortaleza aceptando que el miedo es algo natural ante una amenaza, y que el valiente no es el que no siente temor sino el que lo combate. 
     5) Y voy a combatirlo: en vez de ceder a mis temores, voy a sustituirlos por pequeños paraísos: 
A) gozaré como nunca he gozado este breve camino hasta el supermercado, paseo para el que la monotonía de la prisa me había insensibilizado; 
B) voy a pensar en esas conversaciones con los míos que tanto nos distanciaban para eliminar las causas de las discordias; 
C) voy a buscar en youtube una de esas piezas que fascinan a algunos -y debe ser por algo- (por ejemplo, las "Variaciones Golberg" de Bach), y escuchar esta música hasta averiguar su secreto... ¿o me iré de este mundo sin tratar de conocer cuanto más pueda de él?
D) es verdad que no suelo leer y que no tengo un árbol para hacerlo gozosamente ahora a su sombra y revivir las vidas de tantos personajes nacidos de personas como yo, y que las publicaron para mí; pero tengo la luz de la ventana y de las lámparas, y puedo escoger en internet miles de títulos -gratis- que hay en PDF;
E) jugaré al ajedrez contra el ordenador ... 
     ETCÉTERA 

     Caramba, carambita y carambola: parece que el retiro del mundanal bullicio me está haciendo entender lo mal que he entendido el mundo: cuánto amo al ser humano y qué poco lo demuestro, cómo he abandonado la naturaleza y cómo la necesito..."".




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