Purcell: Lamento de Dido
Entonó el juglar su canto dolorido:
Después de algunas décadas ella y él se encontraron y trataron de ordenar -para entenderlo- el pasado: "¿Por qué desapareciste?, ¡creí que me querías!, ¿qué haces ahora?, ¿qué hubiera sido de nosotros si lo que empezaba no hubiera terminado inesperadamente... ?".
Pero el tiempo nunca nos responde satisfactoriamente porque hay tantos pasados como seres preguntándose por él. "¿No nos dábamos lo que necesitábamos, nos faltaron los besos, huimos de la carnalidad imprescindible, fue todo un sueño del que, de pronto, despertamos en medio de la nada que creímos que iba a ser un todo... ?".
Y sigue la pregunta, y sigue la respuesta sin aclarar las interrogaciones: porque la verdad es que están encadenados -al menos uno de ellos- a una inercia que se llama con el nombre de otra persona: "yo no sé si la quiero poco o mucho, pero no puedo abandonar el viaje que empecé y dejar mi vida para resucitar aquella otra..., por eso no podemos vernos: podría perder esta también".
Es decir: "que lo único que me ha hecho buscarte a través de los años es la necesidad de satisfacer mi intimidad, herida por la duda de si sufrí abandono, si me quisiste, si fracasé... tienes razón: solo te necesito para que me des esa respuesta, no para dártela ...".
Y el juglar terminó su estribillo: No amaban a quien buscaban sino que buscaban amarse a sí mismos desterrando el temor de no haber sido amados hace tiempo -cuando de verdad, y sin pasado, se quisieron-.
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