Atropelladamente, y cuando pareció que aquella despedida era la última, le dijo:
Si te vas de mi vida me quedaré sin vida, y si vives conmigo viviré para siempre.
Cuando pronuncio "siempre" hablo de plenitud, de espacios sucesivos entre tu corazón y el mío recorridos tan solo en un instante; hablo de claridad en la noche estrellada y en la mañana diáfana, cuando los ojos cierran sus párpados y el tiempo es un lago apacible, infinito y estático: cuando los cuerpos yerguen su clamor y se encuentran en la luz uno al otro, habitantes de un mundo que solo ellos habitan y llenan de esplendores: cuando los astros alzan bajo el mar sus embrujos y el universo dicta las leyes de la carne, materia única y causa de todo cuanto un día, en sísmico estallido, originó el edén al que aspiran los besos.
Si me sorben tus labios viviré para siempre.
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