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lunes, 6 de noviembre de 2017

La sociedad nace en las aulas.


Telemann: C. oboe

La sociedad no es sino la suma de individuo tras individuo. Aunque si estos no hacen honor a su apellido de seres humanos -de personas responsables-, tal sociedad estará cada día más despersonalizada y será más inhumana. 
     Ciertamente, el mundo no es el mismo que el de hace unas décadas, y tampoco el hombre gira sobre los temas humanísticos que le han interesado desde hace milenios. Entre otras cosas porque el exceso de ocio ha instalado la frivolidad y  porque la prisa ha destruido el cadencioso bienhacer.
     Todos los males de la globalización empiezan en el abandono de la sensatez, imposible de conseguir sin unos mínimos conocimientos que ayuden a razonar y canalizar nuestros impulsos para que la solidaria convivencia sea una probabilidad y no una utopía.
     De modo que el gobierno que no lucha por una armoniosa educación desde la infancia es un enemigo del pueblo. Porque el niño es el padre del mañana, y será quien prosiga la construcción del futuro. Así que la solución es sencilla: para construir una sociedad ética no hay metal más preciado que la educación; lo que significa que el país más rico y digno es el más capacitado para organizar la existencia en armonía, y el más pobre e indigno es el que, por dejación e ignorancia, se abandona a la impunidad. 
     Ya lo dijo Pitágoras: "Educad a los niños y no habrá que castigar a los hombres".     
     ¿No se reducirían, así, las leyes a unas pocas efectivas y serían mínimos los presupuestos económicos destinados a sancionar a quienes aprenden a delinquir en la jungla moral en que vivimos?


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