R. Strauss / Schiff: Variaciones sobre un tema caballeresco (Don Quijote, IV)
Camina
silenciosa la Muerte entre los árboles
y
bebe en los arroyos la frescura del alba.
Clara
como un rocío, su guadaña de luz
cercena
las semillas con brumas y crepúsculos.
Las
azules fragancias, los pájaros dormidos
y el
madrigal del viento susurran mansedumbres
en
el bosque transido de esperanzas y anhelos.
La
noche plena avanza hacia su algarabía
de
estrellas apagadas y sombras luminosas.
Llega
el sonido dulce del carillón lejano
en
el gris monasterio; desde el alto castillo,
el
laúd acompasa los murmullos; y surca
el
aire un pentagrama tenebroso y errante.
Tendida
junto al lago, rodeada de hechizos,
la
doncella seduce con sus ojos los astros,
mientras
sus sueños trepan como mágicas yedras
hasta
el alto sitial del cielo adormecido.
El
añil de sus labios roba púrpura al fuego
y
una brasa es su cuerpo donde liban los duendes
quimeras
de metal, sortilegios de plata.
La
luna se derrama sobre su desnudez
y la
Muerte, vencida por la frágil belleza,
en su carne rosada deja su escalofrío.