¿No has sentido en la noche sosegada un signo de fugaz premonición, una inexacta efigie de exorcismo, la llamada secreta de una voz oculta previniéndote de un mal o, quizás, orientándote hacia un bien? Es una ululación tenaz y hermosa de un cancerbero desluzbelizado que se asoma desde el infierno para avisarte de un fuego que te acecha; o es el susurro de una gris sirena varada en su frugal felicidad, diciéndote que el cielo está muy cerca y te basta trepar un poco más por la escala de la que desconfías. ¿Jamás te ha sacudido ese Demonio investido de Dios, el dios diabólico? Escucha ese silencio luminoso. Entra en tu corazón y abrázalo.
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