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domingo, 18 de agosto de 2019

Aquel amor que perdimos

Wagner: Tristán e Isolda

¿Qué fue de aquella vida que pudimos vivir y no vivimos? ¿Qué fue de aquel amor que no creció como una enredadera anudando nuestros cuerpos y espíritus?
     De repente te encuentras con ella -o con él, a quien no has visto hace décadas-, como un dulce fantasma de una vida anterior que no pudo morir porque, apenas nacido, se disolvió en una nada que quiso ser un beso interminable.
     ¿Lanzarás el abrazo, atarás tu cuerpo al suyo, lo dejarás pasar de nuevo, sufrirás la nostalgia de lo que pudo ser y de lo que sería si el corazón pudiera galopar a su destino?
     ¿Nuestro mutuo deseo, el de ayer, lo saciamos en otro? ¿Seguiremos saciándolo? 
     ¿Qué harían, en situación similar, Romeo y Julieta, Melibea y Calixto, Tristán e Isolda? ¿Cuántas veces se nos depara otra oportunidad de rehacer el camino?
     ¡Deberías besar, arrasar como un tornado loco, lanzarte hasta el naufragio si es preciso!
     Y sin embargo, mira: bajas los ojos por el peso de no se sabe qué cuestiones morales, te rindes, te equivocas de nuevo, te conviertes en mártir de tu falta de voluntad... y dejas de vivir hacia adelante para continuar con el rito al que ya te has acostumbrado: la prosa de los días, sin verdaderos sueños, prisionero de tu confort sin vida, convencido de que vivir es esperar la muerte sin haber conocido la ebriedad del amor.

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