De entre las muchas y grandes obras de Ravel, enriquecidas por su orquestación, es la íntima delicia de la Pavana para una infanta difunta la que más amo y me ha acompañado durante casi toda mi vida.
La levedad del piano expande una melancolía -irreductible en mí porque tal vez en ella se reencarna Oniria-. La cadencia insiste en un obstinato tan triste como aristocrático, como una elegía insinuada que rehúye toda onstentación:
Una versión grabada como homenaje a Lady Di:
La versión vocal grabada para el mismo homenaje:
Su fúnebre lirismo no ha pasado desapercibido para la modernidad, que ha utilizado su melodía para ilustrar la muerte social, como en esta adaptación de William Orbit:
En nadie pensó Ravel al componerla, pero es como si hubiera sido escrita para Ofelia y sus iguales:
He aquí la versión orquestal dirigida por Reiner: los diferentes instrumentos van sucediéndose al entonar la melodía pianística, si cabe, más delicuescente:
Una versión grabada como homenaje a Lady Di:
Su fúnebre lirismo no ha pasado desapercibido para la modernidad, que ha utilizado su melodía para ilustrar la muerte social, como en esta adaptación de William Orbit: