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miércoles, 17 de enero de 2024

Demostratio


Myers: Cavatina


La gran curiosidad


Mira un hombre la noche y busca en ella 
la luz que le ilumine la existencia. 
El telescopio estalla entre los astros, 
y el corazón ausculta sus latidos.
Otro hombre se sumerje en las cavernas 
y hace espeleología de su mente; 
este formula sus filosofías
mientras aquel otea una ecuación
que amplíe el horizonte de la ciencia. 
Sin embargo, la ley gravitatoria,
la gran fuga galáctica, un teorema
o los desciframientos de misterios 
tan solo sacian la Curiosidad 
de quienes se alimentan de Cultura. 
Los pueblos, las naciones y los siglos,
ajenos al placer de ciencias y artes,
permanecen en su ensimismamiento
de seres abocados a la Muerte
que buscan panaceas o elixires.
Pero la muerte es la única premisa
incuestionable, el silogismo exacto
que no precisa más que el empirismo
de observar que cada alba es un crepúsculo.
Con la muerte no hay más sabiduría 
ni otra estrategia que la de aceptarla.
¿De qué sirve saber que hay que morir?
¿Saber que somos muerte nos da vida?
¿Cómo borrarla de nuestra conciencia? 
¿Evita la Cultura el Sufrimiento?
En cambio bastaría un silogismo
demostrador sin dudas de la exacta
existencia de un dios que garantice 
la dicha de la cotidianidad  
para que el hombre fuese un ser feliz 
y no necesitase metafísicas
ni búsquedas que den sentido al cosmos.
Así pues: que no exista un Ser Supremo 
convierte en dios creador al ser humano.
Porque le obliga a ser su propio dios.


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