Autorretrato (a modo de poética) *
I- Érase quien tuvo la soberbia como única defensa ante un dios prepotente. Buscando un principio por el que regirse, cayó en el escepticismo: ya que la verdad no existe, puesto que un razonamiento sólo es definitivo hasta que otra inteligencia superior demuestra, también, su efimeridad. Así que este sentidor vivía en los infiernos. Todo era una tortuosa pregunta sin respuesta en su Nocturna misantropía.
Una muerte vino a añadir a su dolor furioso cólera y soledad: las que le provocaba la Súbita memoria, una excesiva funebridad convertida en Mosha bieda, elegía a la realidad que hay en el sueño erótico. Ninguna mujer (sentida esta como concreción de la absoluta plenitud) podía competir con la que, ya cadáver, jamás podría decepcionarlo. La muerte femenina significaba la muerte del amor. De modo que odió lo mismo que amaba: ése era su Stigma. Amar era un Beso sin boca.
Sin divinidad mística ni erótica, quiso ser dios de su propia existencia creándola con la materia que la ubica: quiso ser el poema primigenio, un Incunable. Sin embargo, a pesar de la concepción de la escritura como último reducto de la sexualidad fecundadora, escribir era asumir la imposibilidad de hallar la propia identidad, la atadura a una Originalidad encadenada, un Palimpsesto.
Trizado por las Hordas literarias, constató que todo poema es un Poème d’un autre. Huyendo de la afasia, continuó la autoanagnórisis, tras el eslabón perdido -Missing link- de su mismidad, un Teorema inalcanzable. Entró en un laberinto en el que era a la vez Teseo y Minotauro luchando por sobrevivirse y, como en toda lucha, mutuamente matándose: en tal cuévano o cónclave las palabras chrirrían como los sonidos del calabozo de la mente: son Los ojos de la metáfora.
Paliada la osada cobardía (la Gran Fuga) de haberse desahuciado como autor a cambio de salvar la vida extraverbal, sintió la impotencia que fue su Biografía: tallando un mundo en el que poder sobrevivir, había construido un universo inaccesible: y sólo una tristeza inútil quedaba entre sus ojos desde aquel ensayo de suicidio aplazado que fue toda su vida: todo era Recordatio, Reiteratio, Desolatio.
II- La poesía es una filosofía liberada del silogismo. Todo poema es una hipótesis de un loco que ha descubierto que la vida no está en el ejercicio de la fisiología. La poesía es la historia de la intimidad más metafísica. Toda verdad poética que suplanta la verdad humana es un ripio en la historia. Sólo permanecen los poetas que han escrito sus versos después de haberlos tachado con implacabilidad de su mente hasta hacer mayor la angustia del silencio que la náusea de su escritura.
Lo que llamamos “poéticas” -como ésta- son frustraciones, pretensión de poemas justificatorios de la mudez o de la verborrea. Todas las poéticas son aposteriorísticas; y la única válida es la que enseña a tachar y jibarizar la escritura. Yo siempre he escrito para descifrar quién es Antonio Gracia, por qué vive, por qué debe morir, cómo hacer que la palabra le devuelva la vida que no tiene. Y sólo he conseguido reconocerme impotente ante el verbo creador. Trágicamente: todo cuanto he escrito son apuntes para un texto que nunca escribiré; o peor: erratas de lo que quisiera haber escrito. Es muy doloroso reconocer que la propia escritura es una inteligencia inútil, un romanticismo aséptico.
(*) Palabras alusivas a los poemas insertos en el pliego y el libro de "Alimentando lluvias", 1997.
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