Esta mañana, haciendo
cosas intrascendentes
para olvidar que te amo y no me amas,
has llegado hasta mí como una música
lejana; y todo se ha desordenado
hasta trastabillar mi corazón,
incapaz de ordenar mi mundo enfebrecido.
La taza y el café han volado lejos,
derramando su tinta sobre el libro; el poema
que escribía me ha parecido solo
un garabato lírico... He tenido que huir
y cobijarme bajo un árbol lánguido,
a esperar que la lluvia, al cesar,
mitigase el fulgor con el canto de un pájaro
que, posado en sus ramas, compusiera
un madrigal silbante con las notas de mi alma.
Pero ni árbol ni pájaro ni libro
ni versos han podido enajenarme
la imagen que tu amor, como un tatuaje,
grabó en mí para siempre.
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