"¡Oh la más de las tristes triste! ¡No es tiempo de yo vivir!", dice Melibea antes de arrojarse desde la torre, doliente por la pérdida de Calixto.
He ahí, condensado, todo el Romanticismo, y aun el Existencialismo, 300 y 400 años antes de que estos irrumpieran como criterios necesitados de detener la vida con la muerte interruptora de agonías.
Así me siento yo cuando pienso en los libros que quedarán solos sin mí y los que como yo se abrazaron a ellos. Cuánta tristeza en la vida y cuánta dicha en los libros, entendedores de la vida.
El mundo ya es un prófugo de libros, una estancia vacía de preguntas más allá de las superficiales y las que se responden en las paginaciones virtuales.
En las casas desaparecen las estanterías. Pronto dejarán de existir las bibliotecas, los olores a tinta y a papel. Los libros ya son solo herencias repudiadas por los herederos del progreso.
Ofreces a tus amigos volúmenes que fueron buscados, perseguidos hace años como tesoros fértiles ... y ellos te ofrecen otros semejantes y por la misma causa. Desertan los editores previendo su extinción... No queda ni la canción...
Si don Quijote viviera
yo sería su librero,
que admirable lector era!
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