Todo autor es el principio de un libro que nunca consigue terminar porque se agota su vida o el manuscrito donde lee sin descifrarlo: su cerebro. La lectura interior se vuelve tornadiza y el autor copia nuevos desciframientos de su introspección. De modo que la escritura de muchos autores es el proceso palimpséstico y guadiánico de un tema inacabable: una reescritura continua que crece en intensidad sin vislumbrar su fin. Desde esta perspectiva, todo autor es un libro inacabado.
Pero también: Todo autor es una búsqueda del hito expresivo cuyo hallazgo consigue a veces en unos pocos textos; el resto son esbozos preparatorios o cenizas del fuego hallado.
Primero aparece el relámpago inconcreto cuyo fulgor -pues se toma a sí mismo como experiencia de la que deducir postulados universales- hechiza a quien lo siente. Luego la magia de la música interior busca la expresión exacta e idónea que dé entidad a ese fantasma: el ritmo, la prosodia, la andadura de palabra en palabra hasta hacer melodioso el sentido transustanciado en verbo.
Finalmente ahí está: tallado como un diamante, el poema -la estatua, el lienzo, el pentagrama-.
Finalmente ahí está: tallado como un diamante, el poema -la estatua, el lienzo, el pentagrama-.
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