No compro libros porque tengo muchos en mis estanterías y en las bibliotecas públicas, y porque las "novedades" las hojeo en las expendedurías de papel emborronado de los grandes almacenes.
No voy al cine hace 20 años porque solo se exhiben películas y prefiero ver las que siguen siendo cine, aunque solo están en las videotecas internéticas.
No me dejo aplastar por la cristianesca culpa sin causa porque, de vez en cuando, la esquivo -fementidamente, es cierto- dando unas monedas a esos cadáveres vivientes que continúan muriendo mendicantemente por las calles.
No veo de la televisión más que los titulares de los telediarios porque lo que dicen del mundo es una reedición, con más erratas, de lo ya telediariado.
No juego a la lotería porque mis mejores ahorros son mis escasos gastos.
No me gustan las mujeres (es mentira), sino el amor que podría encontrar en ellas. Quiero decir: que prefiero que sean personas antes que hembras.
No odio a los hombres, sino su impunidad, que es lo que los convierte en cosas.
No mato sino a los que pretenden herirme.
No me basto a mí mismo; pero a los demás los necesito para darles, no para que me den; si algo recibo, también lo agradezco. Tal vez digan que solo doy palabras: aunque es todo lo que tengo.
No soy lo suficientemente tonto como para creer en algo, y eso es lo que me hace más tonto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario