Bach: Ofrenda musical
Uno.- Trasmutaciones
1.-
De súbito, un fogonazo compulsivo telegrafía en la mente del autor una sensación que quiere convertirse en pensamiento lírico para conservar su identidad de esencia humana y, una vez tallada esta en palabras, traducirse en similar pensamiento, sensación y lirismo de aquel que ha de leerla. Este es el proceso:
sensación > verbalización > sensación
Es decir:
autor > texto > lector
Por ejemplo:
sentir tristeza > convertirla en palabra > producir tristeza
Lo que equivale a que un poema provoca tristeza porque su autor fue capaz de transformarla en palabra inductora de la misma.
Y tal poder ronda la magia: eso que es sencillamente inteligencia sensible y estrategia dictiva. Porque para que se produzca el trasiego de un sentimiento su lenguaje debe ajustarse a lo sustancial, a fin de que lo anecdótico no lo interfiera: hallar la palabra sabia que contiene todo el poder de transmutación y elude todo obstáculo transfigurativo: que el autor se reencarne en el lector.
2.-
Hecha la anterior prolijidad, veamos:
Hay golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé...
¿Quién no siente como propio semejante verso? Para ello este ha debido acumular esas y no otras palabras, eliminado las que podían sustraer la exactitud del sentimiento universal, no incurrir en tópicos, excelencias gratuitas, ritmos inapropiados, excesos lacrimógenos, acechantes frivolidades...
Algo similar ocurre en
¡Cuánto penar para morirse uno!
Sin embargo, la dolencia de vivir mientras llega la muerte puede convertirse en expresión ridícula:
Las hijas de las madres que amé tanto
me besan hoy como se besa a un santo.
En cambio, he aquí un canto funeral y solidario -también de Vallejo- que, despojándose de cualquier "poesía social" y sus consignas, sensibiliza todas las conciencias:
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: 'No mueras, ¡te amo tanto!'
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
'¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!'
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: '¡Quédate hermano!'
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorpórose lentamente,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: 'No mueras, ¡te amo tanto!'
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
'¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!'
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: '¡Quédate hermano!'
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorpórose lentamente,
abrazó al primer hombre, echóse a andar... (*)
¿Qué dice un poema y qué quería decir con él su autor? ¿Nos importa, nos interesa, nos abre una ventana diferente sobre nosotros mismos o sobre los demás...? ¿Está bien construido, se sobrepondrá a las modas, tendencias, escuelas, años, décadas...? En fin: ¿Qué hace que una obra resulte imprescindible y vigente?
Difíciles respuestas para tales preguntas. Sin embargo, no tan inescrutables si nos preguntamos el porqué de la vigencia de algunos poemas que perduran tras los siglos. ¿Por qué siguen, señeros, Hamlet, La Gioconda y La Novena de Beethoven?
Adelanto una respuesta: porque atañen a lo medular del ser humano y este los siente como un pálpito propio: porque quien lee se identifica con el que escribió. Y este escribió sobre inmutabilidades.
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LA CONSTRUCCIÓN DEL POEMA (II)
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(*) Para escuchar el poema, pulsar >>
César Vallejo
Brueghel: Babel
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