Doloroso es recordar los tiempos tristes, por lo que tienen de revivificación de la tristeza; pero también los felices: porque implican una carencia y necesidad, en el presente, de aquellos bienestares. Nadie echa de menos un bien de ayer, ni se ensimisma con uno de mañana, si hoy goza un bienestar. Por eso hay que disfrutar lo que tenemos y plantarlo como un fruto que madurará.
Pero no: el tiempo no existe más que en la nostalgia, insufrible corcel que triza la memoria. Decir hoy, ayer, mañana es pronunciar ceniza.
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