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sábado, 26 de octubre de 2019

Miedo social.

Verdi: Dies Irae

¿Por qué no funciona un sistema de justicia siendo tan sencillo aplicarlo? Consiste simplemente en esto: a quien no respeta la ley se le sanciona. Pero cuando las circunstancias atenuantes o eximentes son mayores que las sanciones empieza el estado de corrupción: la permisividad. ¿Por qué avisar de que al próximo salto de semáforo se quita el carné, si el conductor sabe que no debe saltárselo? ¿Habrá que decirle al que comete su primer asesinato que irá a la cárcel si comete otro? ¿Sabiendo esto, acaso quien delinque no está pidiendo que lo encierren? ¿Por qué se le niega ese derecho? ¿O es que la sociedad es tan carcelaria como la cárcel y basta con dejar en la calle al delincuente? 

 Así es como crece la pirámide corrupta: ladrones encumbrados en la riqueza o abismados en la total pobreza, ministros sabihondos constructores de ruinas educativas antes que de edificios educadores, economistas y dignatarios de la salud que pretenden trasplantar dinero en vez de corazones... Lo peor de estas cosas -en expresión de J. Cantero- "solo legítimamente justas" es que la razón de la justicia se ve asfixiada por la razón de la realidad: y al ciudadano no le queda sino sucumbir ante la impotencia: que nada se puede contra el poder ni contra la impunidad del poderoso.

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