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martes, 2 de abril de 2019

La inolvidabilidad.

Glass

Hay quienes apenas pueden olvidar lo que han vivido, como le ocurría a Borges el memorioso y a los memorillas del Siglo de Oro, que pirateaban las obras de Lope aprendiéndolas en el estreno e imprimiéndolas pocos días después.
Ciertamente, las cosas se pegan a la memoria y a veces no se pueden olvidar aunque se quiera: fechas, datos... se adhieren como obstinadas lapas y reverberan un día y otro mes y otro año, multiplicado todo, además, por la libre asociación de sus elementos. 
Pero la sabia memoria es aquella que desecha lo yermo y elige cuanto es fértil. Luego, la inteligencia y la sensibilidad construyen su edificio y, así, nuestra vida es lo que recordamos de ella, lo que el anhelo y el desengaño han filtrado de cuanto constituyó alguna experiencia.
Memoria negativa, memoria positiva, optimismo y pesimismo: somos nuestro inconsciente, y pocos aprendizajes nos enseñan a ordenar esa amalgama de ángeles y diablos que vamos almacenando en las sentinas de nuestra personalidad. 


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