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martes, 23 de abril de 2019

XI: TROVADORIUS


Borodin: Nocturno 



XLII.- La redentora
No me digas que no puedo soñarte
tripulando una estrella, si eres tú
la nave que me salva del naufragio
cada vez que me pierdo
entre los laberintos de mi noche.
Tú me recoges y me resucitas
cuando el fantasma de los desencantos
se apodera de mí: allí tus manos
y tus ojos esparcen sortilegios
y surjo del infierno.
Tú me salvas de mí, de mis demonios.
No me digas que no puedo soñarte
como divinidad de mi universo.


XLIII.- Marejada
Lleva el viento su furia hasta las dunas
y encrespa el mar sus olas en la tarde.
¿No has visto cómo pierden la esperanza
los pájaros que vuelven a la isla?
También llega la muerte al paraíso.
Pero tú no estés triste: ríe, canta:
todo aquello que sueña el corazón 
existe en algún sitio
o acaba por crearse.


XLIV.- La redención
Suena el viento en los árboles y suenan
flautas y pájaros: orquestas
de ramas y de lluvia.
¿Recuerdas los museos, bibliotecas,
las músicas, los cuadros y los versos?
Son las únicas cosas que redimen
la vida de los hombres.
Volveremos a ellos, a tallar
nuestra mente con sus sabidurías,
sus colores y cánticos.
Pero antes bebámonos la luz
de la naturaleza
para que no olvidemos que la vida
es tacto y corazón,
y no el fracaso
que el arte intenta hacernos olvidar.
Y déjame que taña una vez más
en tu cuerpo la música del cosmos.
Un cuadro, ¿nos devuelve algún paisaje?
Un poema de amor, ¿rescata un beso?
¿En qué violín escucharé tu risa?

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