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jueves, 21 de marzo de 2019

No disputarás



Aprendiendo a ser político

Difícil es entenderse en un mundo en el que las palabras han perdido su significado denotativo para quedarse con la más pobre de las connotaciones, puesto que las esencias humanas han sido suplantadas por la circunstancias epidérmicas y la prisa por decir algo lleva a no expresar nada. 
     Así, una hora de conversación resulta ser una retahíla de despropósitos, una carrera de relevos interruptores de quien está hablando, o una disputa que confunde más a quienes empezaron a hablar con ánimo de entenderse.
     Ejemplo: 
     X y Z empiezan costésmente; y cuando uno de los dos opina de distinta forma que el otro, la conversación deriva hacia el desencuentro, la violencia fonética y la disputa pletórica. Al final, tras otras conversaciones convertidas igualmente en disputas, la amistad que mantenían se ha convertido en distanciamiento, frialdad, enemistad.
     ¿Por qué no mantener la serenidad expresiva y gestual, aunque se discrepe de lo que se oye? ¿Hablamos para tener razón o para razonar? ¿Si ya conocemos nuestro propio criterio, por qué no escuchar el ajeno y enriquecernos con él, en vez de pretender convertirnos en protagonistas del diálogo con nuestro monólogo?
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2 comentarios:

  1. La ansiedad es la gran barrera del razonamiento. La imposición es prima hermana de la incultura. La incultura es semilla del totalitarismo. El totalitarismo es causa de que vivamos en un mundo repleto de errores. Los errores nos conducen a la ansiedad. La ansiedad es la gran barrera del razonamiento...

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  2. Así es; y, lo peor, así será: porque nos aferramos al fanatismo del yo a ultranza, que pudiera haber sido y podría ser una entidad comprensiva si de otra manera lo hubiésemos construido.

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