Katchaturiam: Adagio
Suele ocurrir que la pluma se exige dar lo mejor de sí, y envía a las sentinas del olvido aquello que le disgusta o no le satisface. Ejemplo es este improvisado dinosaurio escrito in illo tempore en el que la escritura tamborileaba por doquiera.
Un soneto febril desdibujado sobre una servilleta de papel, alguna noche mientras se parlotea con a saber quién sino consigo mismo creyendo que se le habla a quien está escuchando.
Dicen unos que es de aquel autor y otros que lo escribió tal vez estotro. Y qué más da, dígome yo carmineando- aunque yo lo sé-, quién rubricase sus menguados versos. Aquí está, salvado de un naufragio que acaso debería haber sido total:
Un soneto febril desdibujado sobre una servilleta de papel, alguna noche mientras se parlotea con a saber quién sino consigo mismo creyendo que se le habla a quien está escuchando.
Dicen unos que es de aquel autor y otros que lo escribió tal vez estotro. Y qué más da, dígome yo carmineando- aunque yo lo sé-, quién rubricase sus menguados versos. Aquí está, salvado de un naufragio que acaso debería haber sido total:
Cada vez que me tocas o te toco
y juntamos tu boca con mi boca,
siento que soy el mar y tú la roca
y que el beso nos une poco a poco.
La épica del coito nos provoca
batallas de lujuria y un seísmo
sexual que hacia la magia y el abismo
de las salacidades nos desboca.
No hay éxtasis ni otro alto misticismo
como el orgasmo lírico y profundo
de dos cuerpos clamando al erotismo.
El universo entero se transforma :
sé que fuera de ti no hay otro mundo
y que sólo el amor tiene tu forma.
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