Hace años que X y Z tienen encuentros eróticos, con beneplácito de ambos, ya que con su gimnasia sexual descansan sus cuerpos y sosiegan sus mentes. En los últimos tiempos los encuentros se han convertido en encontronazos verbales tras la erotomanía. Ahora, en vez de pensar en si pierden más que ganan poniendo fin a su historial orgasmático, discuten continuamente sobre el porqué de lo que ocurre. El uno le dice al otro:
- ¡Tú tienes la culpa!
Y el otro le dice al uno:
Y el otro le dice al uno:
- ¡La culpa la tienes tú!
Esos son sus únicos argumentos. Uno de ambos, por fin, sugiere:
- En cuanto salimos de la cama empieza la vida que no sabemos vivir: la convivencia. Quien presume de tener "muchas cuartetas" o "muchos tortillos" está gritando en realidad que carece de neuronas. Así que por muy bien que conversen los gólgotas y los jesucristos -diálogo imprescindible para la buena crucifixión amórica- nada dicen si luego el corazón es un egoísta empecinado.
- ¡La culpa la tienes tú!
- ¿Y si yo digo que "Tú tienes la culpa" desaparece el problema?
- ¡Es que la culpa la tienes tú!
- ... Vale... Puesto que somos tan necios que anteponemos el malestar del amor propio al bienestar del amor natural -sexo amoroso, o lo que sea que sentimos-, nos merecemos perdernos mutuamente. Nuestra necedad nos impide ver que la suma de bienestares en común ha sido, y sería, mucho mayor que la de los malestares. Y que será difícil encontrar a quienes nos sustituyan y nos complementen con la misma intensidad que nos complementamos.
No obstante, el otro de los dos persiste en avivar el rencor con las armas de la obstinación, hablando sin dejar hablar. Así que, ante tanta contumacia, el uno de los dos le dice al otro de los dos -o el otro que queda sin el uno le dice al uno que suma dos con el otro-:
- En cuanto salimos de la cama empieza la vida que no sabemos vivir: la convivencia. Quien presume de tener "muchas cuartetas" o "muchos tortillos" está gritando en realidad que carece de neuronas. Así que por muy bien que conversen los gólgotas y los jesucristos -diálogo imprescindible para la buena crucifixión amórica- nada dicen si luego el corazón es un egoísta empecinado.
- ¡La culpa la tienes tú!
- ¿Y si yo digo que "Tú tienes la culpa" desaparece el problema?
- ¡Es que la culpa la tienes tú!
- ... Vale... Puesto que somos tan necios que anteponemos el malestar del amor propio al bienestar del amor natural -sexo amoroso, o lo que sea que sentimos-, nos merecemos perdernos mutuamente. Nuestra necedad nos impide ver que la suma de bienestares en común ha sido, y sería, mucho mayor que la de los malestares. Y que será difícil encontrar a quienes nos sustituyan y nos complementen con la misma intensidad que nos complementamos.
No obstante, el otro de los dos persiste en avivar el rencor con las armas de la obstinación, hablando sin dejar hablar. Así que, ante tanta contumacia, el uno de los dos le dice al otro de los dos -o el otro que queda sin el uno le dice al uno que suma dos con el otro-:
- Ya que me obligas, lo diré: la única causa de esta ruptura es que no te soporto fuera del catre y me inventé un motivo de disputa para justificar mi adiós. No basta con poseer solo inteligencia lujuriosa. Se precisa una buena estrategia conversacional: callar cuando hay que escuchar. Que aprendan a hablar las mentes como aprendieron los cuerpos.
En el fondo creo que ambos, el uno y el otro, son bastante razonables y parecidos.
ResponderEliminarSaludos