La esfinge
Yo intentaba extasiarme y caminé
por todas las zahúrdas de las ansias.
Caí, sin saber cómo, en una sima
de dolor cuyos fieros sortilegios
sacudieron mi mente y la abismaron
en laberintos de locura, espadas
y catástrofes de la inteligencia.
Pareció que tras tanto sufrimiento
ya tan solo la muerte me esperaba
con su liberación. Pero de pronto
una cortina de ámbar se rasgó
dejándome entrever un paraíso
donde la luz lo inmaculaba todo.
Los árboles, los pájaros, la brisa
y un suave manantial transfiguraron
lo que antes fuera infierno en una estancia
de cálida armonía:
mi cuerpo se invistió de frágil niebla
y una mansa pantera me condujo
al sitial más hermoso y elevado,
desde el que contemplé la tierra, el cielo,
el corazón y su pureza oculta:
el universo y todos sus enigmas.
Qué plenitud sentí, cuánta belleza
el universo y todos sus enigmas.
Qué plenitud sentí, cuánta belleza
-como un cuadro pintado con notas y palabras-
descendió hasta mis ojos
y me hizo preguntar: ¿Quién eres tú?
y me hizo preguntar: ¿Quién eres tú?