Wagner: Venusberg
11.-La sinrazón represiva.-
El corazón siente, el cuerpo desea: el amor es ternura y es pasión. Quien niega el propio cuerpo es que no siente el corazón del otro, el otro cuerpo. Rechazarse los cuerpos significa no sintonizar los sentimientos, fracasar la atracción, indispensable para el encuentro erótico y el enamoramiento. Negar el beso o el coito es confesar la ausencia de pasión y sentimientos. Pueden juntarse los cuerpos sin amor. Pero el amor siempre une los cuerpos. (El “homo eroticus” incluye al “homo sexus”, aunque estos no impliquen siempre al “homo amoris”). Esa dicotomía o sintonía, hijas de la naturaleza, esa reciprocidad o adversidad, carnal o espiritual (mental al fin, pues la siquicidad es la única fisicidad) no siempre ha seguido el camino diestro que le era conveniente y necesario. La sociedad y sus estrábicas liturgias religiosas y mundanas han entorpecido, zancadilleado y perseguido el natural discurso de las conductas amorosas.