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martes, 12 de junio de 2012

Un poema de Carmel Cashels (Antología, LXXIX)




Elisabeth Barrett 

Los ojos sobre el libro,
y el corazón soñando,
escucha el crepitar
del fuego, que levanta
imágenes sonoras,
palabras encendidas
hasta el sitial del vértigo.
Dibujos entre el humo,
visiones en el alma
mientras la mano mueve
las páginas hermosas,
el aroma del tiempo
en que una pluma supo
dar vida a una verdad.
Lejos, el mar voltea
también la verde página
de su oscuro oleaje,
editando en el viento
rumores de aventuras
cuyos ecos resuenan
en la pequeña estancia
donde todos los días
son iguales, igual
que un navío varado
en un mínimo estanque.
Quién pudiera correr
en busca de otras islas,
dormir bajo el silencio
del cielo constelado,
o bajo la tormenta
de la espada y la lluvia,
hasta caer exhausta
después de haber vencido
a la piratería
o al leviatán terrible;
quién pudiera tener
el cuerpo roto y sucio
de trabajar la tierra,
en vez de la piel blanca
y la mano hábil solo
para esgrimir la pluma
con la que trazar versos
silenciosos y oscuros.
Triste felicidad
amar lo que se tiene
sin tener lo que se ama.
El corazón sonoro
brinca con la lectura
y llora cuando escribe;
porque el libro no puede
sustituir la vida.


Elisabeth Barrett