Querido Miguel:
¿Recuerdas cuando autoestopisteando las Españas, bajo el sol de agosto, llegamos a Granada desde el Ebro -tras burguear, toledear, salmantinear... con más hambre que el lázaro del Tormes y la piel más quemada que 200 farhenheits... y ... dormimos entre los matorrales del Generalife, y el salto que yo di porque una culebrilla nocturnera requebraba mis pieses creyéndolos la madre de Boabdil u similar? ¡Qué tiempógenos aquellos!
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